Andrés Barragán Moreno es uno de los nuevos rostros de la literatura joven en El Cuervo de Sevilla. Con solo 18 años, ha logrado destacar en la escena local gracias a una voz poética propia y un estilo marcado por la honestidad emocional. Su primer libro, Jardines de Papel (2023), fue recibido como un “compendio de vivencias turbulentas” y un ejercicio de catarsis artística en el que poesía y teatro se entrelazan. En 2024, Andrés fue reconocido con el Premio Juvenil del II Concurso de Relato Corto organizado por el Ateneo Arbonaida, gracias a su relato Amarse Tres Segundos, consolidando así su proyección en el ámbito literario local. Ahora, a punto de publicar Habitar una polilla, Andrés nos abre las puertas a su proceso creativo, su mirada sobre la vida y la literatura, y el papel que el arte desempeña en su día a día. Hablamos con él para conocer de primera mano su trayectoria, influencias y aspiraciones, así como su visión sobre el panorama literario en El Cuervo de Sevilla.

- ¿Cómo surgió la idea de Habitar una polilla y qué significado personal tiene para ti este libro?
Habitar una polilla, más que un proyecto planeado maquinalmente y ejecutado tal y como se planea, fue el resultado de la acumulación orgánica de poemas que, sin premeditación, compartían patrones temáticos al punto de devenir leitmotifs. En otras palabras, el libro se fue gestando a partir de lo que escribí según vivía, para finalmente tomar forma a través de un duro proceso de selección y corrección. Personalmente, a través de sus bloques temáticos de poemas, su recurrencia de ideas y temas, y su sutil esencia autobiográfica; este libro significa una cartografía de mi alma desde que publiqué Jardines de papel, ofreciendo un baúl abierto de mis vivencias, sentimientos, inquietudes, y obsesiones.
- Has ganado recientemente el Premio Juvenil del II Concurso de Relato Corto del Ateneo Arbonaida con Amarse Tres Segundos. ¿Qué ha supuesto este reconocimiento para ti y cómo influye en tu motivación para seguir escribiendo?
Se podría decir que ha supuesto una especie de llamada a la narrativa. Ciertamente, escribo narrativa desde que escribo poesía, más nunca me he animado a publicar mis historias. Curiosamente, toda mi experiencia se concentra en los relatos; puesto que, como buen devoto de Jorge Luis Borges, rara vez me he siquiera planteado escribir una novela. Así pues, ganar el concurso me motivó inevitablemente a dedicarle mayor atención a mis cuentos, así como considerar el darles espacio en futuros libros.
- ¿Recuerdas cuándo y por qué empezaste a escribir? ¿Hubo algún momento o experiencia que te impulsara a tomar la pluma por primera vez?
La respuesta es sencilla y amarga. Comencé a escribir en 2020, a los 12 años. Para casi todo el mundo, un año dramático cuanto menos; en mi caso, marcado por la trágica pérdida de mi padre, de una manera que ya mucho se conoce como para manchar el periódico con una palabra así. Naturalmente, la atmósfera de la casa se volvió irrespirable, inhabitable en la medida de las otras tragedias que le siguieron. Consecuentemente, cada día de aquel verano me escapaba a la biblioteca municipal tan temprano como abría en la tarde, para pasar el tiempo leyendo y escribiendo hasta la hora de cierre. Allí descubrí a autores verdaderamente fantásticos que me hicieron partícipe de un fenómeno asombroso: aún encontrándome casi ahogado en la incomprensión, me sentí verdaderamente entendido por aquellos autores ya muertos hacía mucho tiempo. En sus palabras pude reconocer un reflejo de mis pensamientos, en sus historias un calco de mis experiencias. Como resultado, decidí que yo quería significar lo mismo para las generaciones venideras, y para todo el que me leyese. Quería ser aquel autor al que recurre otra pobre alma en su desesperación, casi accidentalmente, para encontrarse arropada por esa tragedia que nos une. Comencé a escribir como forma de decir “yo también estuve aquí, te entiendo”.
- ¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Prefieres dejarte llevar por la inspiración o sigues una rutina o estructura a la hora de escribir?
Miento si digo que tengo una metodología fija a la que me adhiero. No es el caso, soy un animal de impulsos. De cualquier manera, para mí la poesía representa un deber fisiológico. Tal y como desechamos aquello que bebemos y comemos, mi organismo requiere purgar las vivencias conforme vivo, en forma de palabra. Entiéndase mi pensamiento como un filtro, por el cual entran experiencias y salen escritos, en un proceso casi automático de tangibilización de aquello que vivo en verbo. Sin embargo, no me dejo seducir por el mito de una inspiración que no llega; la inspiración no se espera, se invoca forzosamente. Consumo mucho arte y lo dejo mermar en mí, vivo mucha vida y la dejo impactar en mí; de esa confluencia brota violenta e inevitablemente la poesía. Este es mi proceso creativo: consecuencia de lo que vivo, veo, y leo.
- ¿Qué autores, géneros o corrientes literarias consideras que han marcado tu obra? ¿Hay alguna influencia andaluza o local que resuene especialmente en tus textos?
Jorge Luis Borges, sin duda, fue un antes y un después en mi trayectoria poética a todos los niveles. A día de hoy sigue siendo mi poeta favorito y leo su Poesía completa con regularidad. Sin embargo, el más influyente para mi poesía actual, sobre todo en el plano vanguardista, no es otro que César Vallejo con su poemario Trilce. A estos autores los tengo presente en mi vida y obra a diario. En general, de hecho, son los célebres autores hispanoamericanos los que más me influencian, leo, y estudio. En cuánto a movimientos, si bien es cierto que todos aquellos que he estudiado me han servido como recurso para ensayar distintos estilos, los que más definen mi obra son la vanguardia y el surrealismo, con fuertes tintes pertenecientes a la lírica del Siglo de Oro. Como influencias andaluzas puedo destacar al romanticismo de Becquer y el estilo de Miguel Hernández, quienes me influyeron mucho anteriormente.
- En Jardines de Papel hablaste de vivencias intensas y turbulentas. ¿Habitar una polilla continúa explorando ese tipo de experiencias personales o introduces nuevos temas?
Lo que cuento en Jardines de Papel se cerró en Jardines de Papel, pues para ello fue escrito. Por supuesto que, en Habitar una polilla, aún se ven reflejadas experiencias intensas y turbulentas –incluso se pueden percibir los ecos y remanentes de lo contado en Jardines de Papel, si uno presta atención–, pero éstas son de un carácter distinto. Asimismo, por supuesto que exploro una variedad de temas e ideas nuevas en este libro, los cuales, aún atravesados por los mismos patrones y leitmotifs, tratan de dibujar un imaginario de conceptos que son inherentes al libro. Si Jardines de Papel era una estudio anatómico de mis tragedias, con trazas de pasiones; Habitar una polilla es un estudio anatómico de mis pasiones, con espacio para el desvarío y la experimentación.

- La poesía y el teatro han estado presentes en tus anteriores proyectos. ¿En qué medida se fusionan estas disciplinas en tu escritura actual? ¿Crees que el componente escénico o performativo es esencial en tu obra?
En Habitar una polilla se puede encontrar un poema titulado ¡Antitácito! que, precisamente, habla de como mi poesía está hecha para recitarse en voz alta. Lo que quiero decir con esto es que, en efecto, mi labor poética es fundamentalmente performática; así como todos mis poemas contienen un alto potencial representativo cimentado en la formación teatral. Para mí, la relación entre poesía y teatro es tan estrecha que me resulta una ironía, pues se confunden. El teatro es poesía: el cuidado del movimiento, la musicalidad de la voz, el peso emocional del texto, el carácter alucinatorio de la actuación…, pese a parecer la ciencia de la falsedad, no es sino el arte más sincero precisamente por disfrazarse. Inversamente, la poesía es teatro: la exaltación artificial de lo estético, la romantización, la manipulación de la realidad al volverse palabra…, tal y como dice Pessoa; el poeta es un fingidor.
- Has trabajado también como actor, director, y guionista. ¿Cómo dialogan el teatro, el cine y la literatura en tu trayectoria? ¿Te gustaría llevar alguna de tus obras al escenario o a la pantalla?
Siempre digo que antes de escritor soy poeta, y antes de poeta soy dramaturgo. En otras palabras, para mí no hay escritura sin poesía, ni poesía sin performance. Este orden no es una casualidad, pues así es desde mi origen. Desde muy pequeño mostré una inclinación por el espectáculo, el público, el escenario, el teatro, en definitiva; de manera que he pasado toda mi vida dando show. La poesía vino más tarde y con ello, la prosa –la cuál no puedo concebir sin mancharla de lenguaje poético, por supuesto–. De esta manera, el teatro y la poesía dialogan en la medida en la que ambos son mi manera de estar en el mundo, puesto que no las percibo como prácticas sino como estilos de vida que condicionan fundamentalmente mi día a día y mi percepción del mundo. Ya he llevado varias obras a escenario, entre ellas Jardines de Papel, que antes que poemario fue, originalmente, una obra de teatro en verso diseñada para ser representada a través de una serie de habitaciones y espacios en recorrido. Asimismo, el cine ha servido como un enorme referente no sólo como inspiración para escribir, sino en el desarrollo de proyectos cinemático-poéticos. Véase el estilo de cine independiente notable en los videos promocionales que hice para Habitar una polilla. De hecho, actualmente me gustaría centrarme más en el desarrollo de mis ideas audiovisuales, en las que la escritura sea medio y recurso en lugar de principio y fin de la idea.
- Como joven escritor de El Cuervo de Sevilla, ¿cómo ves el panorama poético y literario en el municipio? ¿Crees que hay espacio y apoyo para las nuevas voces y propuestas?
Espacio hay, apoyo también, solo faltan las nuevas voces y propuestas. Vivimos en un pueblo en el que rara es la calle que no lleva por nombre un escritor, donde se han estrenado propuestas teatrales que nada envidian a Madrid ni a Londres, del que salen artistas con potencial para incendiar el mundo con su pasión y talento; más no parecemos reclamar esta identidad nuestra que podemos encontrar en la poesía y el arte. No lo digo por levantar dedos contra nadie, puesto que la decadencia de la cultura es una cuestión global, más los cambios globales se logran con acciones locales. Tampoco digo que el panorama poético y literario sea nulo –conozco a más de un escritor y escritora–, pero es tristemente escaso. También he visto grandes voces, que escriben sin darle mucha importancia, enmudecer por vergüenza de su obra, incluso por miedo de no sentirse respaldado por el pueblo. Más yo soy ejemplo de que esto es una equivocación pues, a fecha de publicación de mi segundo libro, no se me ha negado recurso ni forma de apoyo alguna; por esto llevo El Cuervo a mis espaldas cada vez que escribo, de la misma manera en la que me siento en sus manos cada vez me aventuro a publicar. En definitiva: alzad la voz, descargad las plumas, pues este pueblo tiene mucho para decir y aún no sé porqué calla.
- Para finalizar: ¿estás trabajando ya en alguna nueva obra o tienes algún proyecto literario en mente para el futuro?
Como he mencionado, ante mí se abren varios flancos ahora mismo. La tentación a la narrativa, y la inclinación por lo audiovisual y lo teatral. Tengo una buena cantidad de guiones sin acabar con mucho potencial y buenas ideas, así como guiones terminados que no he tenido ocasión de ejecutar. Por supuesto que seguiré escribiendo poesía, puesto que es necesidad e impulso físico, pero quiero explorar y recrearme en formas de expresión que no se limiten al terreno cercado de las páginas en un libro. En cualquier caso, también tengo conceptos de libros en los que trabajar a futuro, de los cuáles no podré revelar nada salvo una característica común: el carácter híbrido. Pienso que el próximo libro que saque no podría ser solo poesía, ni solo narrativa, ni solo ensayo, ni solo teatro: considero que, hoy que todo parece ya inventado, el arte contemporáneo sólo puede comprender de quimeras, resultado de monstruosos híbridos.